Es evidente que la tecnología avanza, cada vez tiene y va a tener más peso en nuestro quehacer cotidiano, y por supuesto, dentro del sector inmobiliario. En muchas áreas los avances tecnológicos han sido de gran ayuda y han cambiado la forma en cómo resolvemos situaciones, cosas tan sencillas cómo buscar una dirección para llegar a un sitio, mirar el tiempo, leer una noticia son cosas que ya no las hacemos de manera tradicional, ni se nos pasa por la cabeza que vayan a ser como antes.
En el sector inmobiliario, también han llegado y lo están revolucionando todo, los profesionales e incluso los particulares cada vez tenemos más herramientas que nos ha traído la tecnología y que nos ayudan en nuestra labor, como puede ser la geolocalización de inmuebles, las herramientas de valoración, las herramientas de reformas virtuales, planes de marketing con mayor impacto y alcance gracias a la segmentación avanzada del público objetivo, fotografías y videos profesionales en calidad digital, drones que nos hacen fotografías como nunca antes, y un sinfín de facilidades que nos ayudan en nuestra labor.
Personas al servicio de las tecnologías: un gran error
Hasta ahora, todas estas tecnologías en su gran mayoría van enfocadas a reducir costes por parte del usuario, así como a reducir intermediarios. En consecuencia, se obliga al usuario a que haga por su cuenta la mayoría de las tareas, prescindiendo de los servicios de atención al cliente. Esto sin duda afecta al servicio prestado y en la experiencia del cliente.
La principal desventaja que veo en este nuevo paradigma digital es que da por sentado muchas veces que todos sabemos cómo utilizar con facilidad y naturalidad las nuevas herramientas digitales y no siempre es así.
La mayoría de las herramientas que el mercado ofrece, lo hacen con un producto muy atractivo y llamativo, y que puedes contratar a diferentes niveles, y en función de la cantidad de “prestaciones” o facilidades, tienen un precio u otro. Me refiero a que la cuenta puede ser gratuita pero muy limitada, y te dan la posibilidad de registrarte como usuario normal o el famoso “premium”. En cualquier caso, una vez dejas tu número de tarjeta y efectúas el pago, todo corre a tu cuenta. Más vale que se te dé muy bien la herramienta, porque si tienes algún inconveniente, ahí ya la cosa cambia. Enviar un email con tus dudas y esperar a que respondan puede ser muy frustrante (porque claro, eso de tener un número de teléfono ya no se lleva).
Sin embargo, la alternativa tradicional es más costosa, más que nada porque quien te está resolviendo los problemas no es una máquina, sino una persona que, bajo el prisma de la experiencia, te puede asesorar y resolver el mismo problema de diferentes formas en función de tus necesidades de tiempo y economía. Pero claro, una persona conlleva más gastos para la empresa, su salario, seguridad social, vacaciones, etc.
Tecnologías al servicio de las personas
Esto trasladado al sector inmobiliario, que es el que nos ocupa, ¿cómo lo podemos extrapolar? Después de 26 años de experiencia en el sector, y habiendo creado la oficina de Remax Rosales, puedo decir que lo he visto casi todo, incluso las distintas olas tecnológicas que hemos sufrido.
Siempre voy a defender el servicio que cualquier agente asociado ofrece a un cliente vendedor o comprador, porque la clave en este mundo es la experiencia y el conocimiento concreto del barrio donde se trabaja, y eso no hay máquina que lo supere (al menos de momento).
Igualmente, soy consciente de que hay empresas que bajo el paraguas de la tecnología y el uso de herramientas de Machine Learning e Inteligencia Artificial, ofrecen un servicio inmobiliario, pero a un coste inferior.
Agencias Inmobiliarias vs Proptech (low cost)
Aquí la disputa no es el por el precio, sino por el servicio, y es ahí donde las agencias más tradicionales somos muy competitivos. Las llamadas Proptech siguen el mismo patrón del resto del resto de negocios digitales, el “hágalo usted mismo” como principio y el low cost como bandera. Después de cobrar una cuota en euros por adelantado e independientemente de que se venda o no, es el cliente el que se encarga de recibir las visitas, de negociar con los interesados, de hacer el cierre, de redactar un modelo de contrato que te da la plataforma y de hacer llevar la documentación a la Notaría.
La diferencia es que, en una agencia inmobiliaria más tradicional, es un profesional el que se encarga de todo. El agente inmobiliario es un perfil altamente entrenado y cualificado que puede detectar los miles de variables o complicaciones que pueden ocurrir (¡y ocurren!) en el proceso de la venta de una vivienda.
El servicio tan personalizado y adaptado al cliente; es decir, el factor humano, encarece el producto. Pero por supuesto, es mucho más resolutivo, desde mi manera de entender este negocio.
Agencias tradicionales y las ‘low cost’: ¿Cuál elegir?
Ahora bien, en las agencias inmobiliarias no pretendemos vender todas las casas de la ciudad donde operamos, sino que buscamos vender todas las casas que nuestros clientes nos encarguen. Esto hace que evidentemente haya mercado para todo el mundo. Habrá clientes que se sientan más cómodos en el modelo low cost tecnológico, también los habrá que se sientan más cómodos en el modelo tradicional. Un modelo donde están siendo asesorados y bajo el amparo de una marca, con un local donde poder reunirse con los posibles interesados, que genere confianza y trasparencia, donde le puedan dar asesoramiento profesional no solo inmobiliario sino también fiscal y jurídico y donde se encarguen de todo el proceso desde el principio hasta el final.
El mundo inmobiliario pasa como en el resto de los sectores, hay un modelo de bajo coste y otro de mayor calidad. Si me preguntas, para mí el vender una casa están delicado y tan importante, que no me iría por la opción barata. Me iría por la mejor. Yo lo veo como un viaje, si es un viaje corto, puedo volar en una aerolínea low cost en un vuelo Madrid-Barcelona, por ejemplo, no me importaría demasiado. Pero en un viaje de larga distancia (como lo es una operación de compraventa) jamás me iría en una aerolínea low cost, yo me voy con mi aerolínea de confianza y que sé que me dará el mejor servicio y comodidad. Después de todo, también importa la forma en la que llegamos al destino final.